03 Mar

Adopción fallida

Aire es un setter de 6 años que tras ser amadrinado un año en la protectora, fue adoptado por su madrina y su hijo adolescente. El hijo estaba una semana en casa y una semana fuera.  La relación del adolescente y Aire no era buena porque el perro lo tenía asociado con excitación. Esto, junto con cierta dependencia hacia su madrina, generaba comportamientos no deseados cuando aparecía en escena el hijo: ladridos, saltos, excitación, reactividad… De hecho los ladridos de Aire cada vez que el hijo llegaba a casa, habían provocado ya quejas de los vecinos.

Visité tres veces a Aire y quedó claro que es un perro muy miedoso pero que con trabajo se podía solucionar. Su responsable hizo todo lo que pudo, pero desgraciadamente del adolescente, al que no vi en ninguna de las tres visitas, no se puede decir lo mismo.

El hecho de que un integrante de la familia, signifique o se asocie por parte del perro con un estresor importante hace difícil los avances en comportamiento especialmente si ese integrante de la familia no pone de su parte.

En todo problema de comportamiento hay tres patas: el problema en sí (miedos en este caso), el entorno (una zona tranquila de las afueras de Logroño), y los dos responsable (madre e hijo)

Aire era un perro totalmente recuperable, pero al fallar la mitad de una de las tres patas, no se pudo avanzar y al final el setter acabo de vuelta en la protectora.

Una historia triste, pero que recalca la importancia de la actitud de los responsables del perro de cara a solucionar problemas de comportamiento